noviembre 25, 2023
Armenia, 25 de noviembre de 2023. Muchas veces se dice de manera repetida que los atletas después de los 30 años ya son veteranos o están viejos. Hablar de sus epopeyas parece una fantasía, una utopía casi. Pero el deporte siempre está abierto para contar grandes historias y William Rodríguez lo hizo. Con 40 años se quedó con el bronce, un bronce para despedir su carrera como maratonista, un tercer puesto inesperado.
La maratón, un viaje de la soledad a la soledad para Rodríguez, representante de la Liga del Meta. Aunque su carrera ha tenido muchos altibajos, siempre encontró la manera de regresar con más fuerza. Redención, grandeza, a través del deporte y esta prueba, que se convierte en la última de su carrera, es un gran ejemplo de ello. “No esperaba un buen resultado aquí, porque no había realizado la preparación adecuada”, dice.
Una sonrisa en los labios, unas zapatillas azules de buena suela, William Rodríguez corre solo por las calles de Armenia, camino de nuevos límites, de territorio aún inexplorado por él. “Inicialmente, quería correr 10 kilómetros para ver cómo me sentía”, se sincera. Zancada ligera, fluida. Mañana fresca, ideal, un recorrido que se adapta a sus condiciones. Una hermosura. Se abre paso entre el asfalto, sin dudas, con la cabeza en alto.
“Una vez superé los 30 kilómetros, pensé que tenía muy buenas sensaciones y decidí terminar”, sentencia. Su cuerpo nunca dijo basta. Le respondió, le hizo caso a la fortaleza mental que lo conduce, que lo guía. Su paso es constante y la gente enloquece cada vez que pasa por meta y contra meta, en los andenes, como si estuviera multiplicado, el atleta Carlos Sanmartín le grita: “Vamos viejito”, haciendo alusión a los 40 años que tiene.
Con esa edad, la preparación debe ser ardua, constante. Son más de 20 años siendo un referente en su departamento, un atleta de pruebas de fondo. A esta edad, dicen todos los que saben, los estudiosos del cuerpo humano, es imposible progresar biomecánicamente, fisiológicamente. Y cuando ven a Rodríguez, regular, metódico, rápido como si tuviera 20, no pueden concluir sino apelando al espíritu que le habita, a un algo indefinible que le hace único.
“Corro por mi familia y por la gente. Estos son mis últimos juegos”. Acelera en los últimos kilómetros, en Armenia, la gente de Valle y Bogotá celebran el oro y la plata de Jeisson Alexander Suárez y Santiago Zerda, respectivamente. Y los de Meta esperan expectantes, a lo lejos se le ve sonreír más que nunca, levanta los brazos y pasa la meta, y solo la baba que le cuelga de la barbilla denota el dolor, el sufrimiento.
Superó sus límites. Sin respiro. La capital del Quindío se convierte en su ciudad ideal del maratón. Logra un bronce impensado. Atraviesa la meta, se arrodilla, agradece al cielo y se abraza con Carlos Sanmartín, feliz como un niño pequeño solo puede serlo. “Este es un mensaje para los jóvenes de que sí se puede”, dice. “Nunca es tarde para lograr tus metas”.
